Cuentos, ensayos, debrayes y pendejadas

martes, 19 de agosto de 2008

Batman, El caballero nocturno


Ricardo E. Tatto

Finalmente se ha estrenado la más reciente película de Batman: El caballero nocturno. Siendo fan del cómic desde niño y habiendo visto la mayoría de sus adaptaciones cinematográficas, televisivas y animadas, debo confesar que tuve miedo de que mi entusiasmo y la mercadotecnia provocaran una desilusión al ver su nuevo filme.
Sin embargo, me equivoqué. Mis expectativas se quedaron cortas al presenciar la entrega que sorpresivamente ha superado incluso al “Batman” (1989) de Tim Burton, el que hasta la fecha era considerado el mejor adaptado exitosamente en la pantalla. A pesar de que Batman Inicia (2005) fue un buen filme, no logró desbancarlo de su pedestal como favorito de la crítica y de los fans.
Ahora bien, ante la actual secuela en cuestión, no tengo más remedio que admitirlo: el Batman de Christopher Nolan es el mejor hasta la fecha. Y debo agregar que su Joker interpretado por Heath Ledger también derribó el mito erigido por Jack Nicholson, que por casi 20 años permaneció como un villano insuperable, una de sus mejores y más recordadas actuaciones.
Pero, ¿por qué el actual Batman ha tenido tanto éxito complaciendo a fans y a cinéfilos por igual? La respuesta es simple. Se debe a que es la adaptación más fiel al quid del cómic, a la esencia de lo que el hombre murciélago constituye en sí mismo, pero traducida magistralmente al lenguaje cinematográfico de manera realista, oscura y perturbadora. Justo como Batman es, como debe ser.
Para empezar, ya no se trata de villanos pintorescos, aparatos y escenografías muy elaboradas y carnavalescas como el infortunado y ridículo “Batman Eternamente” y “Batman y Robin”, dirigidos de manera horrible por Joel Schumacher, sino que en esta ocasión se trata de dilemas filosóficos más profundos y seminales, el bien contra el mal, orden y caos, vaya, la anarquía contra todo lo establecido y viceversa.
Batman ya no aparece como un personaje acartonado, sino multidimensional y con varias capas que le otorgan verosimilitud. Poco a poco hemos ido explorando su propia psique retorcida (que la tiene y muy chueca en ciertos momentos), ya que como todo ser humano, está lleno de conflictos y traumas severos que lo inclinan a salir por las noches enfundado en un traje vampírico a aplastar cráneos con no poco agrado, aterrorizando a ciudadanos y criminales por igual.
Y es que siempre me molestó la batiseñal, ya que en el cómic hace mucho que se rompió con aquél paradigma de que Batman trabaja en conjunto con la ley y es amigable con la gente. No es así. Batman tiene su propio código moral y sabe que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo. Sin rebasar sus propios límites que le impiden esgrimir armas de fuego o matar intencionalmente a un ser humano, conoce el nombre del juego. Puede trabajar con Jim Gordon según la conveniencia de ambos, pero no hay nada escrito. Al diablo con la batiseñal, Batman y su alterego Bruce Wayne no trabajan para nadie sino para sí mismos y para ciudad gótica, su propio nido cavernoso.
Nótese que para mí –y para muchos- Batman es el yo verdadero, mientras que la máscara es en realidad el traje sastre de diseñador que viste Bruce Wayne. Él es la verdadera fachada, no al revés. Por ello, contradictoriamente el Joker es su némesis perfecto, la antítesis ideal, ya que no porta una máscara ni maquillaje, el se exhibe tal cual es, un hombre perfectamente perverso y a la vez puro, ya que su nihilismo es a prueba de toda lógica y su locura se acerca peligrosamente a lo divino. Es casi el hijo sibilante y malparido de la sociedad decadente postmoderna.
En cambio, Batman representa la contraparte, un hombre que de existir sería el más digno representante de nuestra especie, casi el ideal griego: autodidacta, atleta olímpico, genio intelectual y científico, con altos códigos morales y autocontrol físico y emocional, lo que le permite enfrentar el dolor de todo tipo a favor de su cruzada personal en contra de lo que el considera incorrecto.

Continuará…