Cuentos, ensayos, debrayes y pendejadas

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Siempre caigo en los mismos errores...




Qué feliz estaba hoy. Generalmente estoy alegre por innumerables razones. La verdad siempre he sido un tipo con suerte. Pero hoy me bajaron de las nubes repentinamente.
Hace un par de días, mientras arreglaba unos papeles en mi cuarto encontré un papelito donde tenía apuntado el correo de una vieja amiga de la prepa. Después de algunos años sin contacto, hace unos meses me la topé en el centro y anoté la dirección de su correo, misma que tuve extraviada hasta esta semana en que apareció casualmente. Cómo son las cosas, hace una hora la encontré en el messenger. Nos saludamos, hablamos, actualizamos y nos sinceramos.
Entre broma y broma, no sé como surgió el hecho de que me gustaba: "Eres un mentiroso", me dijo. "Si tú eras el que no se dejaba", agregó.
"Nada que ver", respondí. "Si te estoy diciendo la verdad. La que no me pelaba eras tú". Ante mi sorpresa, respondió: "Al contrario, si eras bien callado y nunca dijiste nada". ¿Cómo hacerlo? Genuinamente la adoraba, era de mis mejores amigas, pero nunca me dio indicios de que el sentimiento fuera mutuo. Eran otras épocas, yo era más poeta y menos cínico. Por supuesto que le coqueteaba, pero nunca noté ninguna reacción. Era más joven y más cobarde, ¿cómo poner en evidencia mis sentimientos sin estar seguro de ser correspondido? Estaba seguro de que ella sólo me veía como amigo. Pero hoy, años después, ¡Zaz! Vino el madrazo directo al estómago.
"Eras de mis mejores amigos y a veces me abrazabas y me tomabas de la mano, pero nunca pensé que hubiera algo más", rememoró. "Hasta que me fui dando cuenta de que me enojaba cuando abrazabas a otras y supe en ese momento que te quería".
"¡Tómalo canalla! Ahí tienes, gancho al hígado", pensé hacia mis adentros. Me puse nervioso. ¿Cómo podía ser? "No, esta vieja me está cotorreando", dudé.
"Mentirosa, nunca me hiciste caso, no tenías ojos para mí", le reclamé. "Claro que sí, pero como veía que no hacías ni decías nada, decidí tratarte con indiferencia para no enamorarme de ti", se justificó.
"!Tómalo hijoeputa! Golpe directo a las costillas", me regañé internamente. ¡Puta madre! No podía ser verdad. Y sin embargo, lo era. Sí, la chica que me encantaba, mi amiga -y amante en mis fantasías-, sí, ella, la más guapa del salón, la chica más alta, linda, con piernas largas y cabello y tez clara, me quería. A mí.
¿A mí? Pero, ¿en qué momento lo que yo deseaba se cumplió y no lo supe ver? "Qué pendejo eres Ricardo, me cae que eres un imbécil", volví a recriminarme mentalmente. Por lo general, suelo regañarme y dar órdenes desde adentro, desde mí mismo. No sé porqué. Supongo que es la manera que tengo de disciplinarme. Esa autocrítica que tanto me ha dado en distintos aspectos de mi vida me estaba dando en la madre. Puta, que madriza monumental me estaba poniendo.
"Bueno, y tú, ¿por qué no hiciste nada?", indagué con curiosidad. "Sabes que era tímida para esas cosas", se defendió. "Además, empezaste a enamorar a María Eugenia y ahí supe que no te gustaba". (María Eugenia era otra chica del mismo salón, simpática y con bonito trasero, pero callada hasta más no poder y con una personalidad tan divertida como la de una piedra en carnaval. Le gusté brevemente pero no funcionó).
¿Qué podía hacer mi vida, si a ti te quería pero nanay? Era la prepa coño, yo era soltero, sin escrúpulos ni discreción -como hasta ahora-.
Continué convenciéndola: "Claro que me gustabas amor, recuerdo cuando fuiste con jeans y me quedé babeando" (el uniforme era una falda horrible a cuadros). "Me fascinaba ver tus piernas blancas, largas y con vellitos rubios", le dije mientras suspiraba con sinceridad.
"A mí me gustaban tus ojos verdes, tu altura y tu personalidad alegre", dijo con toda naturalidad. "Nos llevábamos bien y siempre pensé que haríamos bonita pareja", agregó casi leyéndome la mente, porque eso pensaba yo también en ése entonces.
"¡Me lleva la reputísima madre!", le grité al cabrón que vive dentro de mí. "No me digas eso corazón, que me estás jodiendo la vida...", pensé con verdadera angustia. ¡Qué horror! Saber eso después de tantos años me vapuleó en un instante y con justa razón. Pude haber sido más feliz en la prepa, de la mano con mi chica, una chica que de verdad me gustaba. Al contrario de habérmela pasado cogiendo furtivamente con la que fuera y bebiendo y fumando en antros de baja ralea (mmm después de todo no fue tan mala la prepa).
La verdad, en esa época leía mucha poesía, y estaba clavado con los románticos. Devoré a Goethe a tan tierna edad, y "María", de Jorge Isaacs, me dejó con una herida profunda (¿por qué se tuvo que morir María?). De encima, Neruda iba conmigo a todos lados con sus 20 poemas de amor y me encontraba fascinado con Manuel Acuña, el poeta mexicano que se suicidó por amor (para más información:
http://www.sementalitaliano.blogspot.com/).
En pocas palabras, quería enamorarme. En lugar de eso, seguí por el camino que me llevaría a ser lo que soy ahora -lo que sea que eso signifique-. ¿En qué momento te tuve que no lo supe? Y lo que es peor, ¿en qué momento te perdí sin haberte tenido?
"Recuerdo cuando una vez fuiste a mi casa a que te ayudara con la materia de inglés. Ese día quería besarte y fantaseaba con llevarte a mi habitación y ver tu piel blanca y desnuda, besando esas piernas hasta la perdición", le confesé en un arrebato. "Recuerdo ese día también. Fuiste por algo a la cocina y cuando regresaste te sentaste junto a mí, estudiábamos de la misma libreta y estábamos muy cerca. Pensé que me ibas a abrazar y a besar, pero no lo hiciste", evocó con tristeza.
"¡Con un demonio! ¡Me caigo al mar! Por favor, que alguien me desolle ahora mismo", sollocé de nuevo en mi podrido interior. Si hay algo peor que la incertidumbre, sin duda es la certeza. Ahora sabía -y recordaba- el momento exacto en que todo se fue al diablo. Por un beso. Un beso que no fue. ¿Puede haber mayor tortura que eso? Sí, la tortura china más refinada que ocurría dentro de mi ser en ese instante, y que era provocada por mi Yo actual. Lo merecía.
"¿De verdad pensaste eso?", me interrogó. "Sí, fantaseé sobre ello", respondí perdido en los recuerdos. Francamente, creo que ni ella ni yo podíamos creer tal coincidencia de pensamientos en un punto determinado del tiempo, 5 o 6 años en el pasado. Pero entonces, ¿por qué no se dio? ¿porqué no pasó lo que tenía -y debía- pasar? Ella misma me dio la respuesta.
"Así anduve un tiempo, pero me di cuenta de que no me querías porque siempre me hablabas de muchas chicas", concluyó. Pero claro que lo hacía, aunque me gustaba, nunca imaginé gustarle y no le vi nada de malo en contarle mis cosas, sobre todo si en mi interior no tenía esperanza de estar con ella. Sólo planes maquiavélicos y fantasías.
"Recuerdo un día especial en que decidí olvidarte y sacarte de mi mente y de mi corazón. Fue cuando después de las vacaciones llegaste al salón y nos enseñaste tus fotos del springbreak en Cancún. Me sentí celosa de ver que estuviste con pura gringa haciendo quién sabe que cosas y, en mi mente, no supe porque no me querías si yo también soy blanca, alta y huerita. Me sentí frustrada, y ver esas fotos me lastimó. Ahí elegí olvidarte", suspiró finalmente (bueno, eso creo).
"¡Reputísima madre!, la cagaste cabrón", grité en mi cerebro mientras deseaba beber cianuro con granadina. O sea que, una vez más, por andar ciego e insensible por la vida, no valoré la situación de las cosas y en verdad, ingenua y pendejamente, la lastimé sin saberlo. ¡Bien hecho! ¿Cuándo entenderás que hay cosas que ni a las amigas se les dice o muestra? Nunca puedes prever quién es la persona a la que le dices algo, ni qué podría sentir por ti. ¿A cuántas otras "amigas" habrás alejado de la misma manera?
Ni modo, espantaste a la paloma. En retrospectiva, ya has espantado a toda una parvada por la misma cuestión. "Es que eres muy coqueto", "te enamoras de todas", "a ti quién no te gusta", "te emocionas demasiado", "eres sincero, dolorosamente sincero, hay cosas que no quería saber", sólo por mencionar algunas de las que me han dicho y que de vez en cuando me siguen llegando. ¿Será que soy el único que no ve lo malo en ello? Honestamente, soy muy tonto para eso y no me doy cuenta de las cosas. Las digo inocentemente con la mejor de las intenciones. No puedo mentir a la hora de expresarme sobre las mujeres. Las adoro. Puedo mentir sobre otras cosas, pero sobre mi impresión de ellas no. Dicen que la belleza es verdad. Luego entonces, las mujeres son verdad. Soy ateo de profesión y devoto de las mujeres. Me postro ante ellas como nunca lo haría en una iglesia.
De nada me sirve, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Tiempo después, mi chica que nunca lo fue, la del beso no dado, tuvo novio. Al salir de la prepa se embarazó y luego el asunto terminó en casorio. Adiós, adiós.
Hoy, años después, me enseña la foto de su hija: "¿Ves que linda me salió? Sólo le faltaron tus ojos claros...", finalizó maliciosamente.

Como dijo José Alfredo: "siempre caigo en los mismos erorres..."
¡Por Dior! ¿Hasta cuándo terminará la tortura...?

7 comentarios:

Kitsune dijo...

Peeeeeeerro!!!
Así de largos van a ser tus posts siempre? es que digo, me late el chisme y todo, pero puro plain text sin dibujitos... como que da huevita, no?

Sabes una cosa? Por experiencia sé que eso de "a mí me gustabas y nunca me pelaste" es:
1. Una metirote del tamaño del mundo para molestar a la gente
2. Una mentirota del tamaño del mundo para conseguir sexo con excompañeros de la escuela
3. Una pérdida de tiempo

.....

Isaas y Manuel Acuña!!!???!!! No manches... Pero he aprendido a respetar los gustos de los demás...

Ricardo E. Tatto dijo...

Claro, pero no siempre son esas opciones, hay otros motivos ulteriores, como en mi caso, que sí lo dije de verdad.
Con respecto a Isaacs y Acuña, son lecturas de prepa, creo que todos hemos pasado por ellas. Los menciono porque vienen al caso, entre las múltiples lecturas de aquel entonces.

Maik Civeira dijo...

Uyyy hermano. Esas cosas pasan. Mi historia de amor es similar. (Aunque debo admitir que yo no me di tanto a la promiscuidad y al cinismo como tú después de la decepción amorosa).

Dsicrepo de lo que dice Kitsune. Por experiencia te puedo decir que a lo mejor la jugada era que no se unieran en ese momento tan pueril de la vida, porque quizá se habrían hartado en unos meses. Quizá ahora es la oportunidad de tener esa relación chingona.

¡Salud por tu nuevo blog!

Ricardo E. Tatto dijo...

Estoy de acuerdo. Aunque aclaro que la promiscuidad y el cinismo no vinieron de una decepción amorosa ya que no hubo tal en ese momento, sino más bien vienen desde mucho antes, del hijoeputa que he sido intrínsecamente desde que tuve uso de inconsciencia...

Miss Visha López dijo...

En qué momento uno la riega en realidad? es verdad, es un instante, 3 segundos, entre "lo que pudo ser" y "lo que fué"...y ese pensamiento...me atormentará toda mi vida...

Miss Visha López dijo...

Ah...y yo tambien, soy de esas personas que comete, gustosísima, el mismo error una y otra y otra y otra vez...

Svetlana dijo...

ay gente que no más no aprende

sabes que sería buenisimo
que la chca en cuetsión le dijera esa frase culmine sobre tus ojos al papá del niño

osea si a ti te sacó de onda seguro a èl le da un ataque

no cabe duda que las hay cabronas y las hay más cabronas (jjjjj)