Ricardo E. Tatto
Mientras Ricardo apagaba su cigarro en el cenicero, aproveché para preguntarle sus inicios en el periodismo cultural y las razones para su elección de dicho oficio:
“No soy bueno para inventar metáforas”, le respondí una vez a mi profesor de literatura en la preparatoria. Ahí fue cuando me di cuenta ya no de mis inclinaciones literarias como narrador, sino del romance que sostenía inconscientemente con una puta llamada Realidad.
Entonces, el periodismo se asomó como la alternativa a mi necesidad intrínseca de contar cosas que verdaderamente suceden, sucedieron o que podrían suceder en el entorno inmediato que rodeaba mi vida.
Pero, ¿cómo cercenar por lo insano a tu primer y más grande amor, la literatura?
Eso no lo supe hasta unos años más tarde, cuando en la universidad, la respuesta me llegó gracias a mi maestro de periodismo, Joaquín Tamayo, escritor de un magnífico libro de crónicas periodísticas y marcadamente literarias.
¿De que manera te orientó?
Lo hizo de manera inadvertida. Yo apenas empezaba con mis incursiones en el periodismo cultural y algunos textos míos ya habían sido publicados en el Por Esto! de manera regular. Es decir, aprendí tanto en lo teórico como en lo práctico, sobre la marcha, como la mayoría de los buenos periodistas se han formado. Pero yo aún quería ser escritor exclusivamente.
La respuesta me llegó de manos de Tom Wolfe, quien me habló de aspiraciones literarias sin dejar de ser lo que ambos somos: periodistas. El nuevo periodismo, quimera e hijo bastardo nacido en un tiempo en que los géneros comenzaron a convertirse en empolvadas piezas del armario académico, logró devolverme las esperanzas ya no sólo de querer ser escritor o periodista, sino simplemente de escribir utilizando todo el arsenal técnico del que se sirven ambas disciplinas para plasmarlo en una hoja impresa.
Entonces, ¿cuáles son tus influencias…?
A eso iba yo, no me dejaste terminar. Hunter S. Thompson, Norman Mailer, Capote, la Generación Beat y Gabo en mi propia lengua, se convirtieron no en mis influencias, sino en adalides y abanderados de una batalla que yo quería librar, primero conmigo mismo ante la dicotomía de perseverar en una vocación y luego en un intercambio de golpes con las teclas de mi máquina. Peleando a la contra, como diría Bukowski.
Pero Ricardo, ¿hacia dónde…
…voy? Tatto, el objetivo, el límite, son sólo conceptos. Para mí lo que existe es un afán de búsqueda y diálogo retórico como medio de expresión a través de mis engendros personales: los caracteres escritos.
Lo noté algo ansioso, así que decidí mejor dejar la entrevista para después. Sacó otro cigarrillo. Se lo encendí. Ambos lo compartimos al exhalar el mismo humo alquitranado, venenoso y letal.
*Ejercicio realizado en el taller de periodismo cultural organizado por Conaculta e impartido por José Luis Martínez en Chetumal, Q. Roo.
2 comentarios:
No mames, Tatto, ¿ya te hiciste una entrevista a ti solito? Luego te vas a andar componiendo odas jajaja
Jajaja, lo siento, era un ejercicio del taller, puesto que es una tendencia que muchos escritores han llevado a la práctica, ahí tienes a Emmanuel Carballo por ejemplo...
Ni modo, todos los grandes lo hacen, digo, lo hacemos...
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