Cuentos, ensayos, debrayes y pendejadas

martes, 22 de abril de 2008

Chupingo de Resurrección


10AM. Abro los ojos. ¿Qué diablos pasó ayer? ¿Qué ha pasado en los últimos días? Carajo, ¿qué chingados ha sucedido durante los anteriores 23 años? No lo sé y no quiero ni pensar en ello. La espalda me duele, me encuentro acostado sobre una tabla. A mi alrededor hay tipos tirados en el suelo. Henry se retuerce en posición fetal junto a la mesa. Al lado hay un tipo vomitado y en el piso sus jugos gástricos reposan desagradablemente.

¡Maldición! No tengo ni mi cartera ni mi celular. La tarde anterior los puse en la bolsa de Sory antes de meterme a la piscina. Sé que durmió también en La Casita pero ahora ya no está, se ha ido. ¿Y ahora qué hago? Me levanto y camino entre la guácara y los ronquidos. Salgo a la calle, mi padre vive no lejos de aquí, del otro lado de la avenida. Me encamino hacia allá.

"No se encuentra", me dice la muchacha del aseo. Sin embargo, a pesar de no conocerme me deja pasar a robarme una coca cola del refrigerador. Regreso a La Casita, no hay otra opción. Me encuentro con Gato saliendo del trono; me presta su celular. Por suerte, Sory contesta. Se ha replegado en su casa para lamerse las heridas, pero piensa volver al via crucis con mis cosas. Perfecto, a esperar.

Poco a poco los maltrechos apóstoles del mal van despertando. Los primeros en salir a la terraza somos Henry, Gato y yo. Hay mucho calor. Revisamos la nevera y sucede el primer milagro del Chupingo de Resurrección: quedan proverbialmente 3 latas de Tecate. ¡Alabado sea el santísimo!
Cuando suceden ese tipo de cosas en serio me dan ganas de creer en Jebús. O en Buda, Kali, Coahtlicue y Kukulkán; la deidad que me proporcione lo necesario para beber y fumar tiene prometida mi devoción eterna.

Las cervezas pronto se acaban y sucede el segundo milagro del día: aparecen dos botellas de vodka. "Levántate y anda", le dije a Lázaro. Y Lazarillo fue por unas toronjas y un galón de jugo de naranja. También Héctor se levanta sin que nadie se lo pida; Doña Gilda, su madre, continúa en la casa pero está por marcharse, no sin antes poner a todos a recoger el desmadre y al tipo vomitado a lavar su cochinada. Jajajá, ¡bien por ella!

Sory llega después fresca y rozagante como la virgen al pie de la cruz. Su camioneta está hecha un cochinero y pretende que entre trago y trago la lavemos. Ya ni pedo, ¿cómo decirle no a ésa mujer? Gato saca la manguera y los demás nos hacemos pendejos, pero sucede lo inevitable: empieza la guerra con agua. Todos acabamos mojados. Me sentí como en una película gringa de adolescentes mientras jugábamos al carwash.

Yo acabo en la piscina, mi piel aún me arde por la quemazón en la playa. Despabilados por los manguerazos, continuamos esperando la resurreción del bendito. Pero mientras eso pasa, hay que seguir bebiendo. Pronto llega Misty y compañía. Ya con varios apóstoles reunidos, se junta el diezmo para comprar un cartón de caguamas. 12 botellas para media docena de feligreses. Me parece buen promedio, el vodka no durará tanto como el vino en las bodas de Canaán...

Así continúa la tarde. Al crepúsculo Sory decide irse a Tekax a pesar de nuestros ruegos. Yo me acuesto un rato a dormir en la hamaca junto al conbebio. Al rato toda la cofradía ha disminuido. Es hora de marcharse. Gato tiene trabajo en el centro, así que decidimos irnos con él. En el trayecto el vomitado y Henry se bajan. Seguimos tomando en el auto, nos trajimos un par de caguamas sobrantes.

Al llegar al centro de la ciudad, antes de despedirse Gato propone que lo espere para continuar embriagándonos en algún sitio. Le digo que me quedaré por ahí a beber una cerveza mientras sale, ya que pensándolo bien he decidido ir al Mayan Pub a ver si de casualidad hay algo digno de verse y beberse. No sé porque somos unos hijos de nadie que nunca queremos regresar a casa.

No obstante, el bar se encuentra muerto como era de suponerse. Es una señal divina, ya se acabaron los milagros. Ya es hora de partir al hogar. Camino ebrio por las calles nocturnas de mi ciudad, fumando y delirando con música que mana de mis audífonos. Verdadera música celestial. Al fin se ha acabado la Semana Santa y un largo weekend de 4 días. Cuando caigo sobre la superficie de mi cama, con una sonrisa me duermo como niño dios en pascua...

1 comentario:

Kitsune dijo...

El vomitado...
LOL
Pobre, otro horse-fucker que será conocido así en adelante, vdd?